martes, 4 de abril de 2017

Cuando tu labor como docente deja huella

Por Mario López

Desde que nacemos hasta el final de nuestros días emprendemos un largo camino que llamamos vida. Mucha gente se cruza en nuestro camino, unas para bien, otras para mal; y mucha deja huella en nuestra vida. Sin embargo, hoy quiero solo fijarme en los maestros.
Porque una cosa son los profesores y otra los maestros. Parece que es lo mismo, pero no lo es, al menos para mí. Profesor es el que te enseña matemática, química, lengua…maestro es algo más, maestro es una persona que te enseña a ser persona, que te deja huella y que, a pesar del paso de los años, sigue en tu recuerdo. Pocas personas pueden ser catalogadas como maestros.
Podemos llamar Maestros a personas como SócratesPitágorasPlatónLeonardo DaVinciGandhi y un largo etc. Personas que a pesar de los cientos de años transcurridos en algunos de los casos, siguen a influir en todos nosotros.
Os estaréis preguntado  ¿a qué viene todo esto?. La verdad es que hoy me he despertado con una impresión, con una sensación o intuición muy fuerte y, por lo general, se me suelen cumplir. Aunque en este caso desearía que no fuese así: hoy me he despertado con la impresión de que un viejo MAESTRO ya no estaba con nosotros. No se trata de un maestro al nivel de los citados, pero si de un maestro para mi, una persona que me ha dejado huella. Pero comencemos la historia por el principio.
Cuando empecé a estudiar el tercer curso de la Educación General Básica (E.G.B.), mis padres me cambiaron de Colegio. En ese colegio un viejo profesor, ya retirado entonces, acudía todos los días al mismo para seguir en contacto con sus viejos colegas y, estoy seguro ahora, por algo más: para enseñar a quien quisiera escucharle.Nunca le tuve como profesor oficial, pero si como profesor acercado. Durante los recreos no tenía nunca inconveniente en que le preguntásemos dudas. Todos sabíamos que durante esa media hora de recreo el viejo maestro estaba siempre en el comedor, haciendo sus cosas y rodeado de los cinco o seis de siempre, entre los cuales me encontraba.
Nunca he sido un empollón, pero si he formado parte de los escasos alumnos que no molestaba al profesor que da clase, que estudiaba lo que podía y que aprobaba el curso a su debido tiempo. Pocos eramos entonces y “rara avis” seríamos ahora, por desgracia.
  • Ese viejo maestro conseguía explicarnos de manera que lo entendiésemos lo que horas antes nos habían explicado de una manera que no había forma de entender.
  • Ese viejo Maestro jamás nos dijo frases como “que burro eres para no entender esto”
  • Ese viejo Maestro jamás cobró por sus enseñanzas, pues como ya dije, estaba jubilado.
Otro servicio que hacía ese viejo maestro era cubrir el puesto de algún profesor que faltase algún día. Cierto día eso sucedió en mi clase, me encontraba entonces en sexto de EGB y ocurrió en clase de Inglés, esa fue la única vez que nos dio clase…o lo intentó.
Debido a su edad, la mayoría de los estudiantes lo tenían por “tonto”, no le hacían caso y la clase pronto se convirtió en un grupo de maleducados que hablaban entre si y no prestaban atención. Al final, elevo su voz y dijo lo siguiente:
“Los que no quieran prestar atención que salgan al patio y nos dejen a los demás tranquilos”
Ni que decir que nos quedamos con el viejo maestro los cinco o seis de siempre. La clase de inglés fue maravillosa, en mi vida recuerdo otra igual; pero lo que me dejó huella fueron unas palabras que cambiaron mi manera de pensar. Eso es lo que distingue al verdadero maestro, que enseña lo justo en el momento justo. Sus palabras fueron:
“Recordad lo que os digo: Lo que no estudiéis ahora tendréis que estudiarlo más adelante…y os costará más esfuerzo”
Terminé la enseñanza obligatoria y me puse a estudiar para entrar en una empresa del estado, al igual que yo muchos de mis viejos compañeros de estudios hicieron lo mismo. Ahí vi por vez primera la razón de mi viejo maestro. La mayoría de los que pasaban de todo no daban seguido el nivel de los estudios para preparar la oposición, venían a preguntar a los que como yo habíamos estudiado a su debido tiempo. Ahora que estaba en juego un puesto de trabajo fijo que te garantizaría tu futuro, los empollones ya no eramos mal vistos, eramos los que podían salvarles el pellejo. ayudándoles por medio de una especie de clase particular. Pero eso no sucedió, el tiempo no fue suficiente y a la hora de los exámenes no lo pasaron.
Hoy día, ese viejo Maestro, del cual sé que era catedrático de matemática y físicas y que hablaba seis idiomas: inglés, francés, alemán, ruso, portugués y esperanto (Si, esperanto) puede que esté muerto: esa fue la sensación con la cual me desperté y por la que he escrito esto. Si no lo está debería tener unos 90 años pues hace como 25 que deje el colegio y el ya estaba jubilado cuando llegué,así pues, 65 + 25 = 90 .
Jamás le di las gracias, jamas volví a saber de él, por lo tanto, aquí lo dejo escrito para que todo el mundo lo sepa, para que si ya no está entre nosotros lo pueda leer, porque sé que puede hacerlo.



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